Twitter cuenta con todas las condiciones para ser la plataforma ideal para el desarrollo: tiene un API sumamente completo, es usado no sólo por millones de usuarios, sino que algunos de ellos son actores de cine, presidentes y connotados científicos por lo que no sólo tiene cantidad sino calidad de usuarios, y además un gran número de ellos participa activamente. Finalmente, la plataforma es gratuita, por lo que cualquiera puede hacer interfaces y aplicaciones cuyo valor agregado pivotee sobre la interacción con el sistema de microblogging.
Todo eso está muy bien, pero ayer Twitter cambió las reglas del juego y pocas horas después la blogósfera se viene abajo por las reacciones.
Básicamente, ayer Twitter le recordó a todos los usuarios que ellos ofrecen un flujo de contenido virtualmente ilimitado y de manera gratuita, aunque para ellos no es gratuito de mantener.
Dijeron además que hay sitios que están ganando plata basándose en el contenido de Twitter, por lo que en esos casos lo que corresponde es compartir las ganancias.
Finalmente, decidieron que es hora de terminar con las aplicaciones que utilizan el API para insertar publicidad en los flujos de Twitter, entendiendo por flujo cualquier cuenta o grupo cuyos Tweets vayan a aparecer en la secuencia de otra persona.
La Pelota es mía
Efectivamente, Twitter es el dueño de los mensajes. A lo mejor no puede reclamar su autoría ni tiene derecho a entablar -por ejemplo- una demanda de copyright si alguien plagia lo ahí escrito, pero los bytes que componen el mensaje están en un disco pagado por Twitter y, tal como han dicho, se preocupan de la operación, el soporte, el alojamiento, la seguridad y hasta la cuenta de electricidad, sin pedir nada a cambio, al punto que muchos artículos se han escrito preguntándose cuál es, entonces, el modelo de negocios de Twitter.
Respecto al modelo de negocios tal parece que Twitter hizo lo que los campechanos llaman «engordar el chanchito». Percibieron que el tráfico y la cantidad de usuarios aumentaría más rápidamente si mantenían el sistema libre de publicidad, spam y tarifas, y por lo mismo sólo estaban esperando alcanzar un nivel determinado (o que el crecimiento decelerara hasta un nivel determinado) para hincarle el diente a la potencial fortuna que hay detrás.
Lo malo es que en el intertanto decenas de empresas, tal vez incluso centenares, se formaron para hacer usos no tradicionales de Twitter como plataforma. Entendámonos: Twitter sirve para intercambiar mensajes cortos con tus amigos. Extendiendo esto último, Twitter es un sistema que sirve para ver lo que escribe el usuario X dado que te interese «seguirlo» y para que los que te «siguen» a ti se enteren de lo que tú escribes. Eso de base, pero en realidad y con el tiempo esta misma plataforma ha servido para hacer verdaderos clientes de mensajería, para hacer revoltijos de RSSs, para hacer widgets de contenido sindicado, para hacer aplicaciones de inteligencia de negocios que miden el impacto de una marca, etc.
En el fondo el anuncio de Twitter viene a reconocer una realidad y establecer otra. Por un lado, a reconocer que muchas empresas han edificado proyectos y hasta levantado capital en base al servicio Twitter, en base a cómo funciona y en base al status quo tácito que en una primera suposición no debiera cambiar. Por otro lado, a establecer que todos esos proyectos y emprendimientos eran cazadores furtivos en un campo que tiene dueño, y que ese dueño puede cambiar el status quo que todos creían eterno, de un momento a otro y sin mayor aviso que un post en el blog oficial.
C.V.A.
La teoría de C.V.A. (Cómo vamos ahí) dicta que la autoridad puede hacer vista gorda si la haces partícipe de tu bonanza. En el caso de Twitter ellos tienen un plan para rentabilizar el sistema (aunque nadie lo tiene muy claro) y no tienen problema en que tú también tengas un plan para rentabilizar una aplicación o servicio edificado sobre Twitter. Pero ya que se estableció que la pelota es de ellos, y que ellos corren con todos los gastos, entonces un día de estos te van a preguntar ¿Cómo vamos ahí? ¿Nos vamos a medias? ¿60-40? ¿70-30? Porque la lógica de fondo es que todos los que armaron un negocio relacionado preferirán, o debieran preferir, darle una tajada al dueño del campo antes que quedar sin nada.
Twitter ha dicho que piensa cobrarle a los que hayan hecho aplicaciones y servicios cuyo núcleo se apoye en Twitter y que estén lucrando gracias a la publicidad, la cual a su vez venden a las marcas interesadas en captar el público que usa tales aplicaciones. Es una explicación enrevesada para una regla enrevesada. Twitter no te exigirá dividir las ganancias si programas un cliente para iPhone y lo vendes a 5 dólares. Pero si en tu blog que recibe 10 visitas diarias osas poner un widget con tus tweets, y al mismo tiempo tienes un banner de Google Adsense que te da un dólar al mes, en teoría ahora podrían pedirte una comisión, porque estás vendiendo publicidad en un espacio cuyo atractivo proviene en parte de Twitter.
No han dicho exactamente cómo cobrarán, qué proporción pedirán o quiénes estarán excentos de la medida, pero han dejado entrever que el volumen de tráfico tiene mucho que ver. Eso significa que tienen una fuerza comercial limitada y atacarán primero a los peces gordos como Mashable o The Huffington Post dejando el molido para una etapa posterior e improbable.
Hace poco más de un mes, Twitter celebraba 105 millones de usuarios, pero estaba consciente de que tres cuartas partes de ese total usa el sitio de manera externa en aplicaciones como Tweetdeck, clientes como Seeismic, aplicaciones complementarias como Twitpic, agregadores como Tweetmeme y otros. La idea que Twitter quiere reafirmar es que su intención no es cortarle el aire a esos desarrollos, porque muchos de los usuarios de éstos no se meterían a Twitter.com si descontinuaran el cliente. No hay una manera real de recapitalizar ese tráfico difuso en el sentido de obligar a todos los usuarios de servicios satélite a visitar la página como tal, que por sí sola carece de funciones que los clientes sí ofrecen. Sin embargo sí quieren recibir una tarifa por el uso de el flujo incesante de tweets y la infraestructura subyacente que alguien debe mantener.
Hecha la ley, hecha la trampa
Hay una excepción al sistema C.V.A. que quiere establecer Twitter, y es que hay ciertos usos que ellos perciben que son nocivos para el sistema como un todo. Si alguien inventa una aplicación en donde sacan USD 1.000 por cada usuario que la utilice, pero ese usuario nunca vuelve, Twitter verá que el valor generado se contrapone con una disminución del patrimonio latente tal que no vale la pena seguir ese camino. En esos casos no hay lugar para compartir las ganancias ni para maniobrar: no hay lugar para ese tipo de aplicaciones.
En particular, se prohiben todas las aplicaciones que inyectan avisos automáticos en el flujo de mensajes de los usuarios. No importa si el mensaje es «Compre su ropa interior en el Palacio del Calzoncillo» o «Ayude a la Cruz Roja», los mensajes automatizados son percibidos por los usuarios, y por Twitter, como un daño a la experiencia de uso que potencialmente puede alejar a los miembros actuales y disminuir, como se ha dicho, el patrimonio latente. Hay varias aplicaciones que hacen esto, que al menos opcionalmente se conectan con tu cuenta y cada vez que la usas inyectan un tweet que aparece como escrito por ti diciendo: «Juanito se ha chequeado en el restaurant de la esquina» o «Juanito ha roto el record del día en bit.ly/a7f84h». Eso se terminó, y las aplicaciones que lo hagan pueden elegir entre terminar esa práctica o arriesgarse a que las suspendan.
Sin embargo existe el dicho «Hecha la ley, hecha la trampa». Hay varias aplicaciones cuyo modelo de negocios consistía justamente en vender publicidad inyectada automáticamente entre un grupo de usuarios que ha salido a analizar los nuevos términos de uso con lupa diciendo: «De acuerdo a nuestra interpretación la prohibición no se aplica a nosotros porque nosotros no inyectamos publicidad en el flujo de tweets de nadie, al menos no según lo que entendemos por inyectar, publicidad y flujo de tweets». Otros dicen que usarán personas para teclear los mensajes publicitarios, cosa que nadie pueda decir que inyectan publicidad automáticamente usando el API. En fin, cada uno tiene su interpretación del reglamento, pero esto nos lleva al primer punto: Twitter es el dueño de la pelota, la única interpretación que importa es la suya! Puede que sea una traición a un acuerdo tácito con el rico ecosistema que se creó en el intertanto, pero no deja de ser el dueño y si un día ha decidido matar la gallina de los huevos de oro está en su derecho, formalmente hablando.
La única conclusión que nos atrevemos a aventurar es que nada es gratis. Todo tiene consecuencias y Twitter lo sabe o al menos lo descubrirá. No se puede llegar a la cima apoyándose en un ecosistema de desarrolladores independientes y luego arrojar a muchos al abismo sin cosechar la desconfianza de los restantes, de la misma manera que en el momento en que empiezas a cobrar una comisión, te obligas en la pasada a mantener un nivel de servicio. Hay muchos desarrolladores que no estarían dispuestos a pagar si les va a salir la ballena de «too many tweets» cada cinco minutos.