Una de las últimas tendencias en el segmento de los sistemas operativos es la de lograr el arranque más rápido posible al iniciar el PC. Las distribuciones Linux son particularmente claras en ese objetivo, y por ejemplo ahora mismo tengo una Ubuntu 10.10 Beta instalada en mi unidad SSD que tarda 17 segundos en arrancar desde GRUB. 17 segundos. Ahí es nada.
Tanto Windows 7 como Mac OS X no pueden compararse en ese apartado, pero lo cierto es que la ayuda de una unidad de estado sólido es muy importante para lograr esos tiempos. Lo que está claro es que esos tiempos de arranque han dejado algo más clara la poca relevancia que tienen los sistemas operativos instantáneos, que estuvieron bastante de moda hace unos meses – DeviceVM Splashtop, Phoenix HyperSpace, y sus variantes- pero que ahora pierden fuelle porque los usuarios ya tienen acceso a máquinas que arrancan en algo más de tiempo, aunque con un entorno de trabajo completo.
Google Chrome OS será otro de los que apostará fuerte por esa capacidad, pero en realidad esa es solo una consecuencia del propio diseño del sistema operativo -si es que se le puede llamar así- de Google, que estará totalmente basado en un navegador y una experiencia de usuario ‘ nubosa’ de la cual ya he hablado en otras ocasiones. Lo importante por tanto de estos apartados es que parece como si los modos de hibernación y suspensión de nuestros PCs y portátiles dejaran de tener sentido. ¿Es así?
Personalmente nunca he usado estos modos de suspensión e hibernación. Apago religiosamente el PC y el netbook después de utilizarlos durante el tiempo que los he necesitado, y vuelvo a esperar el minutito de rigor (3-4 en el caso del netbook, exasperante) para que la maldita BIOS de mi Intel DX58SO (la placa base más horrorosa que jamás me he encontrado en este apartado, pero que luego funciona muy bien) logre llegar a dar paso al menú de arranque, y, de ahí, a Windows 7, Ubuntu, o cualquier otra distro que tenga instalada en ese momento.
Sin embargo, reconozco que los modos de hibernación y suspensión tienen mucho encanto, y que por ejemplo los usuarios de los portátiles de Apple tienen probablemente el mejor sistema de hibernación de toda la historia. El consumo de estos modos es muy reducido, pero lo que no entiendo del todo es hibernar un equipo que no vas a usar hasta el día siguiente: ¿valen la pena esos segundos de ganancia frente al consumo de batería, mínimo pero real, de esos modos?
Curiosamente acabo de leer un dato interesante de un documento de Microsoft en el que nos recuerdan que un PC apagado también gasta energía. La llamada ‘ flea power’ , unos 2, 3 vatios que se utilizan para mantener la conectividad de área local entre otras cosas. En un estudio de un ingeniero de Dell comprobaron que un equipo en hibernación gasta 2, 3 vatios también, mientras que en suspensión el coste es de 3, 1 vatios.
Así pues, esa teoría deja entrever que es mejor dejar el equipo en hibernación. Sin embargo, el tiempo de recuperar el equipo tras una hibernación es más o menos idéntico (al menos en Windows, por lo que parece) al de apagarlo y encenderlo, con lo que no le encuentro demasiado sentido a la técnica.