En un barrio elegante de Estocolmo, dentro de una colina cubierta de nieve, coronada por una iglesia, se encuentra el búnker antinuclear que alberga el centro informático futurista donde permanecen almacenados unos ocho mil servidores, dos de los cuales son de WikiLeaks.
«Toda esta algarabía planetaria es creada por esas dos pequeñas cajas», explica el patrón fundador de Banhof, Jon Karlung, al mostrar las instalaciones que fueron cavadas en la roca.
Colocadas en un armario de puertas transparentes, se ven dos cajas de plástico negro rodeadas de cables eléctricos que emiten un centelleo azul, signo de buen funcionamiento, anónimas en este armario blanco cerrado con llave, idéntico a otras decenas que se alinean en largas filas.
Banhof es una de las sociedades que guarda desde octubre los servidores de WikiLeaks, el controvertido sitio que publica documentos secretos y después de fines de noviembre, cables diplomáticos estadounidenses.
El cliente WikiLeaks, pese a toda la atención que suscita, es tratado exactamente como los otros, asegura.
Assange está actualmente detenido en Londres tras una orden de captura internacional lanzada por Suecia, que lo busca en el marco de un caso de violación.
Para entrar a Banhof, hay que pasar una puerta corrediza de vidrio que se abre —gracias a un código— ante una cortina de vapor creada por la evacuación en la atmósfera glacial exterior, del aire caliente interior.
Este Búnker llamado «pionen» (peonía) fue construido en el barrio de Södermalm a mediados de los años 1940 y luego transformado en un refugio antinuclear en plena Guerra Fría.
Luego sirvió como sala de exposición en los años 1990, antes de ser retomado hace unos años por Banhof, que implantó allí su quinto centro de almacenamiento de datos informáticos, el más pintoresco de todos.
«Estamos muy bien protegidos contra ataques físicos, pero no nos arriesgamos a eso. La amenaza real puede ser jurídica y con mayor probabilidad los ciberataques», subrayó Karlung.
En una oficina contigua a la sala de los servidores, el jefe muestra la pantalla donde se ve en tiempo real el tráfico de WikiLeaks.
«Hasta ahora no hemos tenido ataques directos. Observamos efectos relacionados a otros ataques, pero ninguna visita a nuestra instalación o a los servicios relacionados», dice al subrayar que WikiLeaks posee otros servidores en el mundo.
Sus clientes, incluso WikiLeaks, pueden almacenar sus servidores donde Banhof a condición de no violar la ley sueca.